lunes, 14 de mayo de 2012


Fragmento del libro "Pinocho" de Carlo Collodi


Pinocho en busca de su padre llega a la Isla de las Abejas Industriosas. Allí encuentra gente muy apurada y trabajadora, y además tiene mucho hambre.

Sólo le quedaban dos recursos para quitarse el hambre: o buscar un trabajo o pedir limosna de unos centavos o un pedazo de pan.
Se avergonzaba de pedir limosna, porque su padre siempre le había dicho que sólo tienen derecho a pedir limosna los viejos y los enfermos. En este mundo, los verdaderos pobres, merecedores de asistencia y compasión, no son más que aquellos que por razones de vejez o enfermedad se ven condenados a no
poder ganarse el pan con el trabajo de sus manos. Todos los demás tienen la obligación de trabajar; si no trabajan, pasan hambre.
En aquel instante pasó por la calle un hombre muy sudoroso y jadeante, que tiraba con esfuerzo de dos carros cargados de carbón.
A Pinocho le pareció que tenía aspecto de buena persona; así que se le acercó y, bajando los ojos avergonzado, le dijo en voz baja:
–¿Me haría la caridad de darme un centavo? Me estoy muriendo de hambre.
–No sólo un centavo –contestó el carbonero–; te daré cuatro con tal de que me ayudes a llevar hasta mi casa estos dos carros de carbón.
–¡Me asombra! –contestó el muñeco, casi ofendido– ¡Ha de saber que nunca he hecho de asno, que jamás he tirado de un carro!
–¡Mejor para ti! –respondió el carbonero–. Entonces, muchacho, cuando de verdad te mueras de hambre, cómete dos tajadas de tu soberbia; y ten cuidado, no vayas a pescarte una indigestión.


Me pareció interesante el fragmento por el mensaje final acerca del valor del trabajo. 

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